En la actualidad se conoce que aproximadamente el 5% de las denuncias realizadas por robos, sobre todo por parte de mujeres, corresponden a personas enfermas que experimentan una gran ansiedad antes de realizar el hurto. Lo curioso es que después del robo se sienten tan culpables que casi siempre terminan devolviendo el objeto robado.
La prevalencia de cleptomanía no puede precisarse con exactitud pero se estima que aproximadamente 6 personas de cada 1000 experimentan en algún momento de su vida esta compulsión. Se afirma que en los Estados Unidos la cifra de cleptómanos asciende a 1.2 millones de personas.
La cleptomanía está considerada como un trastorno del control de los impulsos y surge como consecuencia de un malestar generalizado que generalmente se vincula a estados de depresión y ansiedad. Se afirma que las emociones negativas que se vivencian antes del hurto son tan fuertes que la persona siente la necesidad de robar para poder calmarlas. En este momento la tensión es tan alta que resulta incontrolable, si bien la persona tiene conciencia en todo momento del acto que está realizando.
En esencia sería un mecanismo bastante similar al de la compra compulsiva o las adicciones. Cuando el cleptómano roba el objeto, inmediatamente experimenta un alivio de la tensión, si bien posteriormente puede experimentar grandes sentimientos de culpa y remordimientos.
Generalmente la cleptomanía afecta al género femenino y a personas que se dejan llevar por sus emociones. Cuando se atraviesa por un momento particularmente estresante, los impulsos cleptómanos suelen ser más fuertes. De la misma forma, estos impulsos se intensifican cuando la persona se encuentra en una situación donde puede hurtar algún objeto.
Existen básicamente tres tipos de cleptomanía. En primer lugar hallamos aquella que se realiza de manera esporádica donde existen largos intervalos de tiempo entre un robo y otro. También existe la cleptomanía episódica, en cuyo caso los robos son más frecuentes pero existen periodos de remisión y, finalmente, puede mencionarse la cleptomanía crónica, que fluctúa a lo largo de la vida pero los episodios de robo son bastante frecuentes hasta el punto que constituyen un problema para la persona.
El tratamiento de la cleptomanía puede ser farmacológico y/o comportamental. En muchas ocasiones se suministran antidepresivos en aras de regular los niveles de serotonina. Una técnica psicológica muy interesante que suele aplicarse con excelentes resultados es la destrucción de los objetos robados. De esta forma la persona rompe simbólicamente con esta etapa de su vida e inicia un nuevo camino.
También se aconseja que las personas compartan sus experiencias, pensamientos y sensaciones con alguien de confianza que incluso puede actuar como “vigilante” para prevenir futuros robos. Por último, se recomienda que la persona busque sensaciones positivas en otras actividades como practicar deporte o emprender algún hobby. De hecho, se afirma que el mayor antídoto para las conductas compulsivas es vivir emociones positivas intensas que brinden la sensación de plenitud ya que así mejora el estado de ánimo y desaparece la necesidad de cometer pequeños hurtos.
La prevalencia de cleptomanía no puede precisarse con exactitud pero se estima que aproximadamente 6 personas de cada 1000 experimentan en algún momento de su vida esta compulsión. Se afirma que en los Estados Unidos la cifra de cleptómanos asciende a 1.2 millones de personas.
La cleptomanía está considerada como un trastorno del control de los impulsos y surge como consecuencia de un malestar generalizado que generalmente se vincula a estados de depresión y ansiedad. Se afirma que las emociones negativas que se vivencian antes del hurto son tan fuertes que la persona siente la necesidad de robar para poder calmarlas. En este momento la tensión es tan alta que resulta incontrolable, si bien la persona tiene conciencia en todo momento del acto que está realizando.
En esencia sería un mecanismo bastante similar al de la compra compulsiva o las adicciones. Cuando el cleptómano roba el objeto, inmediatamente experimenta un alivio de la tensión, si bien posteriormente puede experimentar grandes sentimientos de culpa y remordimientos.
Generalmente la cleptomanía afecta al género femenino y a personas que se dejan llevar por sus emociones. Cuando se atraviesa por un momento particularmente estresante, los impulsos cleptómanos suelen ser más fuertes. De la misma forma, estos impulsos se intensifican cuando la persona se encuentra en una situación donde puede hurtar algún objeto.
Existen básicamente tres tipos de cleptomanía. En primer lugar hallamos aquella que se realiza de manera esporádica donde existen largos intervalos de tiempo entre un robo y otro. También existe la cleptomanía episódica, en cuyo caso los robos son más frecuentes pero existen periodos de remisión y, finalmente, puede mencionarse la cleptomanía crónica, que fluctúa a lo largo de la vida pero los episodios de robo son bastante frecuentes hasta el punto que constituyen un problema para la persona.
El tratamiento de la cleptomanía puede ser farmacológico y/o comportamental. En muchas ocasiones se suministran antidepresivos en aras de regular los niveles de serotonina. Una técnica psicológica muy interesante que suele aplicarse con excelentes resultados es la destrucción de los objetos robados. De esta forma la persona rompe simbólicamente con esta etapa de su vida e inicia un nuevo camino.
También se aconseja que las personas compartan sus experiencias, pensamientos y sensaciones con alguien de confianza que incluso puede actuar como “vigilante” para prevenir futuros robos. Por último, se recomienda que la persona busque sensaciones positivas en otras actividades como practicar deporte o emprender algún hobby. De hecho, se afirma que el mayor antídoto para las conductas compulsivas es vivir emociones positivas intensas que brinden la sensación de plenitud ya que así mejora el estado de ánimo y desaparece la necesidad de cometer pequeños hurtos.